El Apatam
  • INICIO >> ARTÍCULOS >> ALAFIA SMAgazine: Cuestión de intentar. Pepe Ferrer, sma.
 
  ALAFIA SMAgazine: Cuestión de intentar (click en la imagen para descargar la revista)
  Pepe Ferrer, sma.

 

No sé por dónde empezar. A veces uno quiere confesar lo que siente, lo que ha vivido, y no hay palabras o no las encuentra. Podría escribir anécdotas, batallitas, y recordarlas con nostalgia, como viejos cansinos que se repiten una y otra vez; pero no quiero.

A mí, lo que me gustaría es abrir el corazón, desnudar los sentimientos y compartirlos para que los vean.

¡Puf, no sé cómo hacerlo! Pero mira, lo voy a intentar. Ya me perdonarás si no lo consigo.

Llevo ya un rato aquí y no me he presentado, qué poca vergüenza. Me llamo Pepe, nada de José, y soy misionero de la Sociedad de Misiones Africanas (SMA, que es más corto). He estado algunos años en África, menos de lo que yo quisiera, concretamente en Benín. Y una experiencia de ese tipo no es para guardársela ni para esconderla. Te voy a contar poco a poco lo que me encontré allí y lo que me

 

ltraje cuando vine, pero como ya te he dicho antes, desde el corazón. Comienzo:

No me da vergüenza reconocerlo, al principio sentí miedo, y por muchos motivos. Para empezar no tenía ni idea de dónde estaba Benín, ¡en mi vida había oído hablar de ese país! Y me veo con las maletas en el aeropuerto, con el pánico que me dan los aviones, sin saber lo que me esperaba tan lejos. Lo que sí sabía era lo que dejaba atrás: amigos, familia, mi casa…, todo lo que conocía. Algunos me habían dicho que estaba loco, es posible. En esos momentos, en mi interior, había una lucha de sentimientos: miedo a lo desconocido, ilusión por lo nuevo; dudas y determinaciones…
¡Menudo follón! Gracias a Dios que, en este primer viaje, no iba solo, me acompañaban Guillermo y Marcos, también primerizos como yo.

No hay nada mejor para que el miedo no te venza que tener buenos amigos cerca.

Pues nada, allá que despegamos a la aventura con más preguntas que respuestas y más temores que seguridades. Pero el remate fue al llegar a Cotonou, después de todo el día de aviones y trasbordos, cuando en la maniobra de aterrizaje veo que nos tragábamos el mar, ¡Madre mía, qué susto! Por fin aterrizamos dando saltos, como si circuláramos por un campo recién arado. Respiré aliviado, aunque los desafíos me esperaban a la salida, pero eso aún no lo sabía.

 

Ahora que escribo esto, me doy cuenta de que no hace falta tener todo atado, claro y seguro para responder a eso que conocemos como vocación o llamada; que llega un punto en el que para vivir tienes que arriesgar y para avanzar hay que elegir. Y no te pienses que fui a ciegas, qué va, ahora sé que confiaba. Confié con mis miedos y mis preguntas y mis dudas, porque antes que quedarme quieto viendo pasar la vida, preferí oír la voz que me empujaba a salir de mí mismo y de casi todo lo mío.