No sé por dónde empezar. A veces
uno quiere confesar lo que siente,
lo que ha vivido, y no hay palabras
o no las encuentra. Podría escribir
anécdotas, batallitas, y recordarlas
con nostalgia, como viejos
cansinos que se repiten una y otra
vez; pero no quiero.
A mí, lo que me gustaría es
abrir el corazón, desnudar los
sentimientos y compartirlos
para que los vean.
¡Puf, no sé cómo hacerlo! Pero
mira, lo voy a intentar. Ya me
perdonarás si no lo consigo.
Llevo ya un rato aquí y no me he
presentado, qué poca vergüenza.
Me llamo Pepe, nada de José, y
soy misionero de la Sociedad de
Misiones Africanas (SMA, que es
más corto). He estado algunos
años en África, menos de lo que
yo quisiera, concretamente en
Benín. Y una experiencia de ese
tipo no es para guardársela ni para
esconderla. Te voy a contar poco
a poco lo que me encontré allí y lo que me |
|
ltraje cuando vine, pero
como ya te he dicho antes, desde
el corazón. Comienzo:
No me da vergüenza reconocerlo,
al principio sentí miedo, y por
muchos motivos. Para empezar
no tenía ni idea de dónde estaba
Benín, ¡en mi vida había oído
hablar de ese país! Y me veo con
las maletas en el aeropuerto, con
el pánico que me dan los aviones,
sin saber lo que me esperaba tan
lejos. Lo que sí sabía era lo que
dejaba atrás: amigos, familia,
mi casa…, todo lo que conocía.
Algunos me habían dicho que
estaba loco, es posible. En esos
momentos, en mi interior, había
una lucha de sentimientos: miedo
a lo desconocido, ilusión por lo
nuevo; dudas y determinaciones…
¡Menudo follón! Gracias a Dios
que, en este primer viaje, no iba
solo, me acompañaban Guillermo
y Marcos, también primerizos
como yo.
No hay nada mejor para que el
miedo no te venza que tener
buenos amigos cerca. |